De las dictaduras que ha padecido el
pueblo dominicano algunas han terminado muy mal, y otras, por lo menos tres,
han logrado salir del poder sin perder la vida. Santana, Báez y Balaguer fueron
favorecidos por las circunstancias y salieron del poder sin mayores
dificultades. La información la publica el periódico El Nacional a propósito de conmemorarse, el 30 de mayo, 58 años del
ajusticiamiento de Rafael Leónidas Trujillo y la destaca TiempoNotiRD.
En cambio, Ulises Heureaux (Lilís), Ramón Cáceres y Rafael Leónidas
Trujillo actuaron de tal manera que perjudicaron intereses económicos y
sociales al crear un “nuevo ordenamiento” que perjudicaba a los que se
beneficiaban del caos anterior, lo que dio como respuestas aprestos
conspirativos que se saldaron con la vida del dictador. Aunque cabe señalar que
Cáceres fue asesinado por otras causas.
El caso de Trujillo es sobresaliente por su propensión a la
fastuosidad, las ofensas personales, los abusos y la crueldad extrema para
crear las condiciones que permitieran la reproducción del capitalismo y la ampliación
de las formas de acumulación de capitales, puede decirse que su muerte fue
buscada y no pocos estaban dispuestos a llevarla a cabo, como muestran las
múltiples conspiraciones que se registraron en su contra desde que asumió el
poder en el 1930.
La obra de Trujillo fue grandiosa en términos de materialidad
estatal, ningún gobernante posterior la ha superado. El apego a las apariencias
legales se cumplía cuasi siempre; los legalismos se guardaban para aparentar no
“democracia” sino progreso en el marco de las leyes; empero, la esencia de la
dictadura era la exclusión y la arbitrariedad criminal por tratarse de un
régimen para la extracción de plusvalía absoluta.
La disciplina social era toda una pantomima, una cuestión creada
mediante el control de todos los estamentos sociales; tan pronto fue
ajusticiado Trujillo el país volvió al caos de los políticos y militares que
caracterizó el quehacer político de la segunda mitad del Siglo XIX, cada grupo
pugnando por el control del Estado, para ponerlo a su servicio y así usarlo
para acumular capitales y ampliar fortunas y poderes, en un marco de impunidad
jurídico-administrativo y de constante violación al ordenamiento constitucional
y legal.
La separación de los poderes públicos durante la dictadura nunca
se reivindicó, pues no era menester. Eso sí, la gigantesca acumulación de
capitales se efectuó exitosamente hasta surgir una significativa clase
capitalista, una clase media y una clase obrera enfrentadas, no obstante, la
alienación y la ausencia de libertades públicas.
El Jefe, mejor conocido como Chapita, se apoyó en la gran base
económico-financiera, heredada de la base social del Siglo XIX y en la fracción
que él creó, en la alta jerarquía eclesiástica, muy bien pagada; en la
eficiente burocracia civil y militar responsable de la administración
político-jurídica del Estado y el gobierno; también se sostuvo en el aparato
escolar, a todos los niveles; en el Partido Dominicano y en sus aliados; en los
intelectuales genuflexos que llegaron a establecer el Instituto Trujilloniano
para estudiar la magna obra y “el pensamiento” de Chapita.
A pesar del apoyo del empresariado, la iglesia, el éxito
relativo logrado y la capacidad criminal de los aparatos represivos y del
aparente control de la sociedad a través de la prensa escrita, radial y
televisada, en poco tiempo todo se le fue de las manos y control al Jefe,
entrando en una crisis catastrófica.
Entre 1957 y 1961 cayeron los precios de los productos de
exportación, cambiando los términos del intercambio, que le habían sido antes
favorables; los gastos de capitales se estancaron; los hijos de la alta
burocracia estudiando en el extranjero cuestionaban de más en más al régimen;
el exilio se movilizó ampliamente, los medios de propaganda y control políticos
no pudieron impedir que surgiera una masa crítica a la dictadura a lo interno
del país.
El triunfo revolucionario en Cuba, se convirtió en lógico
estímulo a la unidad programática y de acción al exilio más consciente, y éste
articuló el Movimiento de Liberación Dominicana (MLD) que organizó las
expediciones patrióticas del 1959 y despertó las conciencias aún dormidas en el
seno de la sociedad dominicana.
Cuando la cúpula eclesiástica leyó en todas las iglesias la
Pastoral de 1960, con la que tomaba distancia del régimen, los dirigentes de la
dictadura entraron en una crisis en la administración de la crisis. Todas esas
circunstancias hicieron que la represión político-militar fuera ineficaz y
contraproducente, exacerbando aún más la resistencia.
El asesinato de la emblemática Minerva Mirabal, sus hermanas y
el chofer que las transportaba rebosaron la copa y como los norteamericanos
actuaban articulados a un grupo de funcionarios disgustados con “El Jefe,” a
través de la tenebrosa CIA, sus diplomáticos acreditados en el país y con otras
embajadas, se consideró oportuno el momento para accionar y los complotados
criollos produjeran el ajusticiamiento de El Jefe el 30 de mayo de 1961. Con
ello entramos a una nueva fase histórica.
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